Economía social e inclusiva (PARTE II).

Por David Monreal A.

 

La economía social tiene su origen en los movimientos obreros del siglo XIX, cuando los trabajadores se organizaron ante la evidente degradación de las condiciones de vida y laborales, y el aumento en el desempleo que siguió a la revolución industrial. De esta lucha surgieron los primeros sindicatos, cooperativas y sociedades mutualistas de la era moderna.

 

En la actualidad enfrentamos retos similares, pues no se han logrado cerrar las brechas sociales y económicas que existen en nuestro país: de acuerdo con cifras del Coneval, en 2018 el 41.9% de la población a nivel nacional se encontraba en situación de pobreza, y se estima que en 2020 este porcentaje se incrementará entre un 7.2% y 7.9%, debido a la pandemia generada por el COVID-19.

 

Además, la tendencia global hacia la industria 4.0 consistente en la automatización de manufacturas y servicios, representa un gran reto para los esquemas productivos actuales y podría significar a mediano plazo un importante desplazamiento en las fuerzas laborales.

Por ello, no sería prudente esperar a que esta ola de cambios nos alcance desprevenidos, sino que se vuelve urgente buscar estrategias que permitan aprovechar estas nuevas herramientas. Una de las soluciones es el fomento de la economía social, basada en el cooperativismo, para integrar comunidades resilientes a los cambios globales, capaces de aprovechar estas transformaciones a su favor y adaptarse al panorama del futuro.

 

Las ventajas de este tipo de economía horizontal frente a otras propuestas verticales y jerárquicas, es que genera beneficios directos en las comunidades en donde se lleva a cabo, ya que reúne las capacidades y recursos de muchas personas, fomenta relaciones de solidaridad y confianza, el espíritu comunitario y participación en la sociedad, y fortalece los procesos de integración productiva, contribuyendo a disminuir las desigualdades sociales.

La economía social, por lo tanto, no se trata simplemente de beneficencia, ni tampoco se limita a repartir de una manera más equitativa los recursos públicos: en realidad, su principal objetivo es la generación de mayores riquezas y beneficios a partir de la inclusión productiva de todas y todos como miembros activos de la sociedad, reconociendo y favoreciendo sus aportaciones, y aprovechando este capital humano mediante la creación de oportunidades de desarrollo.

Por este motivo cobran relevancia los programas enfocados a los jóvenes que no han encontrado oportunidades de continuar con su desarrollo profesional y laboral; programas de apoyo a la creación de mipymes e infraestructura básica en zonas marginadas y áreas rezagadas; proyectos de desarrollo en conjunto con los pueblos originarios, con respeto a sus usos y costumbres; así como la inclusión de personas con discapacidad y grupos vulnerables en actividades económicas remuneradas, que les permitan ejercer su derecho a ser parte integral de la economía y la sociedad.

La ONU señala que la pobreza es el principal obstáculo para el bienestar de las personas y el desarrollo económico y social de los países. Hay un famoso proverbio que dice: si quieres alimentar a un hombre un día, dale un pescado; si quieres alimentarlo toda la vida, enséñalo a pescar.

 

La clave es ofrecer las oportunidades y herramientas para que esto sea una realidad. El gobierno debe fomentar y apoyar la inversión pública y privada en proyectos de economía social como una estrategia fundamental para que las familias y comunidades de zonas rezagadas sean autosustentables, y generen riquezas que les permitan un crecimiento socioeconómico sostenible.

 

En la misma línea de la economía social, el gobierno debe impulsar en conjunto con el sector productivo, iniciativas y nuevos modelos empresariales que favorezcan la igualdad y la participación social, una cultura laboral en donde además de respetar los derechos de los trabajadores se les impulse a continuar con su desarrollo profesional, y reconocer asimismo a todas aquellas empresas y empresarios que generan empleos de calidad y ofrecen salarios dignos.

La economía social es una manera efectiva de acelerar el desarrollo socioeconómico y construir un país en donde nuestros habitantes gocen de mejores oportunidades y una mayor calidad de vida, así como fomentar la democracia, igualdad y paz.

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