Don Charly de albañil a primer Fotoperiodista en Zacatecas

Por Guillermo Hernández Zavala

 

Reportaje

 

Ya casi por cumplir los 81 años… Don Charly el viejo fotógrafo de toda la vida en Zacatecas vive alegre con tristeza. Cargando enfermedades. Recuerdos que lo persiguen con firmeza y con aquellas ganas de apretar el obturador como hace más de 40 años en su paso por los periódicos PULSO, EL HERALDO, EL MOMENTO O EL IMAGEN y hasta en El Sembrador… Las imágenes no se le escapan a nuestro personaje de leyenda. Único. Iniciador del fotoperiodismo en Zacatecas. Actualmente lo aqueja el olvido y los achaques propios de la edad.

Ahora, aquí a duras penas, solito se “retrata” y hace a un lado la diabetes, el mal de “las pinches rodillas” y una hernia que lo tiene adolorido, pero sin perder su picardía, su don de gente para guasear, chancear y en no pocas veces medio alburear.

Es Carlos Rodríguez Castro el popular “Don Charly”, fotógrafo que en sus inicios fue albañil, oriundo de Tacoaleche, donde vio la luz por primera vez en el mes de noviembre del año de 1938.

Casado con la señora Aurora Jiménez Escobedo desde hace más de 50 años, Don Charly suelta el clásico “que aguante verdad…” Y se sigue de paso.

Cuenta, sueña, sufre, ríe, esboza tristeza, anhela, recuerda, mueve, gesticula, brota lágrima, enseña sonrisa, “se lo lleva la…” es Don Charly el fotógrafo que por momentos no parece tener los 80 años de edad.

Allí en su hogar en calle Plazuela de las Velas número 210 colonia Centro, por más de 50 años, cuando tomó la vida en serio y se casó con doña Aurora, nos refiere sus comienzos…sus sueños y sus muertos, ¡¡¡aaaaahhh!!! un perfecto enamorado de sus muertos, de sus fotografías, de sus andanzas y danzas…

Nos recibe con un “aquí anda el Charly todavía…” y con claras muestras de dificultades para andar nos contesta el cuántos años tienes: “60…  y pico todavía”. Las risas son cómplices compañías.

Sentado. Entusiasmado por platicar, porque de tanta gente que lo conoció ahora ya… nadie lo visita. Se queja. El olvido parece ser su eterna compañía. Platica solo con miles de fantasmas apilados en su cuarto obscuro, desordenados y que a gritos parece le piden “dame vida”. Son muchas transparencias o rollos que quedaron pendientes de revelar… la vida de quien sabe quién. Políticos. Suicidas. Asesinos, Hampones… quién sabe. Sólo Don Charly y su inseparable cámara lo sabe.

Recuerda sus inicios en la fotografía y dice que sólo fue a la primaria, para luego hacerla de albañil y posteriormente comenzar en el oficio haciendo fotos en Guadalajara y Torreón; lo que no le quita el asegurar que él fue el primero en hacer fotografía periodística en Zacatecas, en los periódicos Pulso o El Heraldo.

Le siguió indica animoso, el Momento y el Imagen. En este último rotativo donde estuvo trabajando por 10 años. Nostálgico, recuerda que fue maestro de varias generaciones de fotógrafos zacatecanos.

De sus andares, destaca cuando hacían también fotos para venderlas ya sea de fiestas u otros eventos. O, cuando iban a plantíos de marihuana al campo para fotografiar la ubicación y destrucción, “qué tiempos aquellos, éramos felices, ay íbamos de calientes…y mira ahora ya ni puedo caminar…” lamenta con tristeza y cierta resignación.

A propósito, sostiene que aquí en su casa tiene negativos en un cuartito, pura historia y evoca cuando fue jefe de Fotografía en el periódico IMAGEN. También señala las diversas fotos a gobernadores y “politiquillos de campañas…” Sólo nombra a Monreal entre los mandatarios zacatecanos. Afirma que él fue el primero en fotografiarlo cuando el fresnillense iba para la gubernatura.

 

De ahí entre hilando recuerdos y esforzándose por tener presentes más experiencias, Don Charly da un vuelco a todo y amargamente, sostiene “ahora con la era digital, se acabaron los fotógrafos, nos mandaron a la chingada…” refunfuña con tristeza.

 

Empero, mejor se refugia nuevamente en sus experiencias de fotoperiodista y nos traslada a aquellos ayeres y “retrataba a colgados, les hablaba a los muertitos, pónganse guapos que me los voy a echar…” eran accidentados o personas que se suicidaban, había de todo, menciona.

 

Insiste en la ingratitud de los políticos que ahora ya “ni un pedazo de tortilla te echan, no agradecen, ni se acuerdan de uno”. Pero, así es la vida, admite con resignación el viejo fotógrafo. Todo se acaba, añade.  Y ahora “ya ni se acuerdan quién fue el Charly”.

Se consuela él solo con la cantidad de reconocimientos que dice tener por allí en un cuarto, con un montón de fotografías y rollos. Fotos de las Morismas, de la visita papal, que dice son por cientos y otras que hacen miles.

 

Aun así, expresa su felicidad por haber ejercido durante más de 40 años el oficio de fotógrafo, mismo que transmitió al junior como le llama a su hijo Juan Carlos Rodríguez, de quien cuenta le daba pena por traer su camarita bajo el brazo, como le indicaba don Charly… pero, añade feliz que su muchacho finalizó la carrera de Periodismo y “hay la lleva sacando fotos…”, risas.

 

Otro pasaje de su vida que lo marcó también, expone nuestro personaje, es cuando Don Edmundo Llamas entonces dueño del IMAGEN, lo nombra jefe de Fotografía de este rotativo. Se siente tranquilo y “a traer muertos” para el periódico.

Y agrega que en esta etapa le fue bien, era muy conocido por donde quiera tanto por rateros, asesinos, golpeadores, pero nunca le reclamaron nada, ni se metieron conmigo, sostiene el Charly.

 

Mientras dialogamos centellea por unas de las paredes de su hogar, una foto que parece tiene un valor incalculable para él; una bella postal de un atardecer de la emblemática catedral zacatecana surge entre ese cielo cruel captado por don Charly, asemejando fuego, sombras… “me costó más de un mes espiarla… además medio mucho dinero esa foto…” confía.

 

Medio arrastra sus recuerdos y lento hablar, pero no paran sus ojillos vivarachos de buscar algo, sentir o expresar más, para soltar un “todo se acabó cuando me jodí mis rodillas, además todo se acaba…” De inmediato se consuela con explicar que “fui uno de los mejores fotógrafos de Zacatecas”. Aunque jodido, sostiene.

 

Don Carlos Rodríguez Castro se retira del Fotoperiodismo el año del 2001. Y para acabarla… que le robaron su cámara con todo y mochila, allí en Catedral, allí donde fuera uno de sus sitios preferidos para captar las mejores imágenes de su vida. Lamenta este suceso una y otra vez.

 

Se consuela solo y su alma. Con sus vivencias plenas de emoción y gloria pasajera. Con sus muertos que dice llegó a hacer que los colgaran nuevamente para captar la mejor fotografía. ¿Miedo? dice a veces cuando entraba al cuarto obscuro a revelar, pero fueron años felices.

 

Todavía asegura que si volviese a nacer sería fotógrafo otra vez, “toda mi vida”.

 

Se va don Charly. Se despide. Se lleva su historia. Su niñez que transcurrió en El Tepozán, La Marianita o San José de la Montaña. Consigo va su familia, su esposa, sus cuatro hijos, tres mujeres y el junior. Todavía reflexiona la última y nos vamos: “me hubiera gustado hacer casas, otra vez ir a los accidentes, porque me enamoré de los muertos… retratar los que fueran uno, dos, tres, cuatro, cinco o…  qué tiempos aquellos…”

 

El tiempo, impecable pasó por él y le cobró con una diabetes, hipertensión, un micro infarto y desgaste de cartílagos. Aunque la última foto también lleva su sello. El de la soledad y el olvido. Mientras “hay Charly” para rato.

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